La familia y la vocación cristiana |
Documentos |
Sábado, 11 de Septiembre de 2010 17:19 |
Parroquia Mayor Santa María de la Encarnación. Huéscar. Septiembre 2010
D. Emilio, en su conferencia, iluminó muy bien la situación desde el punto social y legal y abogó por “un pacto social por la infancia” que augure un futuro más prometedor a la sociedad. El juez Calatayud es un magnífico comunicador y, sin duda, una de las mentes más lúcidas de la judicatura española a la que nuestros políticos debieran prestar atención. Pero los cristianos, ¿qué podemos y debemos realizar en la situación presente? Ante todo concienciar a los padres de que deben hacer de padres. Los padres no son ni colegas ni amigos de los hijos, han de ejercer, por amor, la autoridad, y desde la responsabilidad han de llevar a cabo la educación de la prole. Una educación que sólo será real, completa y eficaz si no se arranca a Dios del corazón de los niños. El verdadero mal de la infancia y de la juventud y, por tanto, responsable de la debacle que está por venir (aunque suene fuerte y apocalíptico), no es social o político, que también lo es, el problema es de índole religiosa, se ha arrancado a Dios de las conciencias de los niños. Y a un niño criado sin Dios, sin la práctica de la virtud de la religión, cuando sea joven y después adulto le será muy difícil encontrar la verdad y guiarse por el camino del bien.
Benedicto XVI en Tierra Santa en la homilía que pronunció en Nazaret decía: «Aquí, tras el ejemplo de María, José y Jesús, podemos apreciar aún más la santidad de la familia que, en el plan de Dios, se basa en la fidelidad para toda la vida de un hombre y una mujer, consagrada por el pacto conyugal y abierta al don de Dios de nuevas vidas.» El Papa afirmaba una verdad fundamental sobre la que hoy parece haber una conjura para borrarla de las conciencias, como es, que el matrimonio se fundamenta en el amor, que por naturaleza es fiel y para siempre, y del que nacen los hijos como el fruto maduro y más preciado de la unión del hombre y la mujer. Hijos que, nacidos y criados en un ambiente de pareja estable, de amor mutuo e incondicional, maduran afectivamente y adquieren una conciencia reflexiva, es decir, juiciosa, sensata…, mediante una formación donde las ciencias humanas y el crecimiento espiritual están armónicamente integrados. «En la familia, continuaba el Santo Padre, cada persona, ya sea el niño más pequeño o el familiar más anciano, es valorada por lo que es en sí misma, y no es vista meramente como un medio para otros fines.» Dios quiera que algún día cale en nuestro corazón esta palabra del Papa: que valoremos a la persona por lo que es en sí misma, dando a cada uno el honor y respeto que merece. ¿No es verdad que estamos muy lejos de vivir esta realidad? Los niños, en este periodo de la historia de España y de Occidente, son vistos como un problema para los nuevos matrimonios. Hoy los niños pasan más tiempo con los abuelos o en la guardería que con los padres, porque éstos se ven, al menos desde las necesidades actuales que nos hemos creado, obligados a trabajar en jornadas laborables incompatibles con el cuidado y educación de la prole. Por lo que se opta por no tener hijos o a lo sumo uno o dos. Más de dos está mal visto. Aunque el problema de la falta de natalidad no es sólo ni primariamente consecuencia de las condiciones laborales de la pareja o de carencia de recursos, es, sobre todo y ante todo, un problema de mentalidad narcisista, consecuencia de una sexualidad mal vivida por una práctica sexual cerrada a cal y canto al don de la vida humana. Desligado de modo artificial el acto sexual de su fin natural, como es la procreación, las consecuencias, aunque se nieguen o no las queramos ver, son la ruina moral y el suicidio social. Porque la falta de nacimientos de niños es a largo plazo la muerte de la sociedad. Y, ¿qué ocurre con las personas mayores que necesitan la ayuda de los hijos porque tienen alguna limitación física o psíquica? sólo les queda una salida: las residencias geriátricas; que si bien son un avance social muy importante, no pueden suplir, en modo alguno, el cariño y las atenciones de los seres queridos. Cuidar de las personas ancianas en familia es el mejor ambiente para que los “los niños aprendan a amar y querer a los demás, a ser honestos y respetuosos con todos, a practicar las virtudes de la misericordia y del perdón”. Sé, y comprendo, que a veces aún queriendo es imposible, pero también es verdad que hay muchos imposibles que con algo más de amor y un poco menos de egoísmo serían posibles. El Movimiento Neocatecumenal fue fundado por Kiko Argüello en Madrid como un movimiento de renovación bautismal. El 30 de agosto de 1990 Juan Pablo II avalaba este movimiento con las siguientes palabras: «reconozco el Camino Neocatecumenal como un itinerario de formación católica, válido para la sociedad y para los tiempos actuales.» Los Equipos de Nuestra Señora son un movimiento de espiritualidad conyugal fundado por el Padre Henri Caffarel. El 20 de enero de 2003 el mismo Juan Pablo II recibía a los responsables del Movimiento y les decía: «Estimados amigos, doy gracias a Dios por los frutos que ha aportado vuestro Movimiento en todo el mundo, os animo a testimoniar sin parar y de una manera explícita la grandeza y la belleza del amor humano, del matrimonio y de la familia.» Dos movimientos eclesiales, católicos en el sentido más amplio de la palabra, y que sin duda darán a nuestra Parroquia una nueva vida con los frutos de santidad que ya están dando en todos los lugares donde están implantados. El Demonio, padre de la mentira, intentará echar por tierra los nuevos esfuerzos pastorales desacreditando con bulos y mentiras estas nuevas propuestas evangelizadoras. No os dejéis engañar, si están aceptados por el Papa y los obispos son obra de Dios. |