CARTA DE MONSEÑOR GARCÍA BELTRÁN A LAS COFRADÍAS PARA LA CUARESMA 2012.
Guadix, 22 de febrero de 2012, Miércoles de Ceniza
Queridos hermanos cofrades:
El comienzo de la Cuaresma marca también el comienzo del camino que nos ha de llevar hasta la Pascua del Señor, y que celebraremos en la Semana Santa. Desde el miércoles de ceniza nuestra mirada ha de dirigirse a la meta que es la noche de Pascua, el día de la resurrección del Señor, lo que da sentido a todo lo que celebramos anteriormente. La resurrección del Señor es la que fundamenta nuestra fe y nuestra predicación.
Mi carta, dirigida cada año a los que formáis las Hermandades y Cofradías, quiere ser un momento para estar cerca de vosotros y compartir lo que atañe a la vida cristiana. Este año quiero proponeros para la reflexión el tema de la fe. A ello me da ocasión la próxima celebración del Año de la fe, convocado por el Papa Benedicto XVI, con motivo de los cincuenta años del inicio del Concilio Vaticano II y de los veinte años de la publicación del Catecismo de la Iglesia católica. El año de la fe comenzará el día 11 de octubre de 2012 y terminará el 24 de noviembre de 2013, solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo. Es el momento de prepararnos a este acontecimiento.
La fe es un don. Dios nos ha regalado su vida. De Dios lo hemos recibido todo, la vida y también la fe. Al ser creados por Dios, a través de la colaboración amorosa de nuestros padres, se nos dio la fe y con ella la capacidad de desear a Dios y poder vivir en comunión con Él. Esta es una gran verdad, hemos sido creados por Dios y para Dios, por eso el hombre encuentra el sentido de su vida y su vocación más alta en la comunión con Dios.
Pero junto a esta realidad está la libertad del hombre para aceptar o rechazar el don de la fe. No es cierto como algunos piensan que unos han recibido el don de la fe y otros no. Todos hemos recibido el don, pero en el don va también la libertad. Dios no podía crear un ser que no fuera libre, pues Él es la libertad. El hombre en su libertad puede rechazar a Dios y el don de la fe. San Agustín lo ha expresado bellamente al decir. “Quien te creó sin ti, no te salvará sin ti”.
Así la fe es un diálogo entre Dios y el hombre. Un diálogo que solo puede fundarse en el amor gratuito. Al que lo acepta, Dios se hace todo en Él marcando su existencia y determinando un modo concreto de vivir. Esto quiere decir que no da lo mismo creer que no creer, que la creencia y la increencia tienen consecuencias en la vida del hombre. Si creo no puedo vivir como si Dios no existiera. La fe es vida y se lleva a la vida, no hay ningún aspecto de la existencia humana que quede al margen de la fe.
¿En qué creemos?, pues diremos mejor, ¿en quién creemos?. La fe cristiana es la aceptación y adhesión a una persona, Jesucristo. La fe cristiana es la persona misma de Cristo, es el Evangelio que nos muestra la verdad sobre Dios y sobre el hombre. Es el mismo Señor Jesús quien nos enseña a hablar con Dios nuestro Padre en la oración, el que no muestra un modelo de vida que está marcada por el Espíritu Santo.
Y ¿qué es la fe?. La fe es confianza y obediencia. Confianza en Dios; me fío de su palabra y obedezco su voluntad. No es una obediencia ciega, es una obediencia confiada, pues sabemos que el que ama nunca falla. Dios nunca falla. Muchos ilustran la fe con la imagen de un niño en brazos de su madre. ¿Cómo puede dudar un niño del amor y la protección de su madre?. La Escritura nos presenta el ejemplo de Abrahán, padre y modelo de los creyentes, pues creyó en Dios y esperó contra toda esperanza en la fidelidad de Dios. Dios es fiel, también y sobre todo cuando nosotros somos infieles. Es hermoso pensar que Dios nos espera siempre; aunque nos alejemos, aunque lo rechacemos, Dios nos espera.
Dios nunca retira el don de la fe, siempre hay posibilidad de volver a Él, como hizo el hijo pródigo de la parábola de Jesús. La conversión es el primer paso para llegar a la fe, a lo que nos invita cada año la Cuaresma. Todos tenemos necesidad de conversión, porque todos tenemos necesidad de Dios.
Hermanos cofrades, hemos de confesar nuestra fe. Nuestro lenguaje, nuestra vida se tiene que configurar con la fe. Os confieso que siento una gran tristeza cuando escucho a algunos cofrades que en la opinión pública, en los medios de comunicación hablan de la Semana Santa como si se tratara de una tradición folklórica sin más, sin nombrar a Dios ni la fe que profesamos los cristianos. Es este el mejor camino de disolución de nuestra Semana Santa.
Os invito una vez más a profesar con alegría el credo de nuestra fe, incluso a aprenderlo de memoria si lo hemos olvidado. Hemos de celebrar la fe, de modo especial, en los sacramentos, en la Penitencia y la Eucaristía; y hemos de vivir según lo que creemos. Si lo hacemos estaremos dando al mundo una razón para la esperanza, le estaremos dando a Dios.
La fe es posible, para verlo con claridad basta mirar a la Santísima Virgen, la peregrina de la fe. Ella nos muestra a Jesús y nos enseña el camino para llegar a Dios. María es imagen y ejemplo para nuestra fe. Ella es la Estrella que nos alumbra en el camino, tantas veces oscuro, de la fe. La fe cristiana nos muestra el horizonte grande y hermoso de la vida eterna. Con el apóstol queremos repetir: “Señor, creo pero aumenta mi fe”
+ Gines García Beltrán
Obispo de Guadix