Símbolo de catolicidad, garantía de unidad

El Papa, obispo de Roma y sucesor de San Pedro, “es el principio y fundamento perpetuo de la unidad, tanto de los obispos como de la muchedumbre de los fieles”. (Lumen Gentium, 23)

Mis queridos feligreses: El pasado fin de semana (6 y 7 de noviembre) vino a España, concretamente a Santiago de Compostela y Barcelona, el Papa Benedicto de XVI, que ha querido en este Año Compostelano, como un peregrino más, orar ante la tumba de Santiago Apóstol. Su visita a Barcelona estaba justificada por la consagración del templo de la Sagrada Familia, obra cumbre del genial arquitecto y ferviente cristiano Antonio Gaudí. Ha sido una visita gozosa en la que el Santo Padre con la humildad que le caracteriza y la sabiduría que le es propia ha cautivado los corazones de todos los hombres y mujeres de buena voluntad. Desgraciadamente también se ha puesto de manifiesto la intolerancia de algunos grupos y personas, menos de lo que alguna prensa interesada ha dicho, que, haciendo uso y abuso de una mala entendida libertad y de una tolerancia que no tolera nada que sea cristiano, han pretendido ofender a la persona del Papa con ocasión de su visita, y de paso atacar, una vez más, a la Iglesia Católica. Se entiende desde estas posturas que se hayan escrito cosas como que Benedicto XVI representa hoy los valores de la derecha reaccionaria, que calla ante la comisión de delitos de pederastia, al tiempo que reivindica los valores de la familia tradicional. O estas otras: Detestamos a Benedicto XVI, ese personaje homófobo de pasado más que oscuro que pretende negarnos el derecho a decidir ante un embarazo no deseado o una enfermedad incurable en fase terminal. Y es que hay quienes, desgraciadamente, viven instalados en el resentimiento, animadversión y antipatía permanente hacia la figura del Papa, obispos y sacerdotes. La verdad, que produce hastío y cansancio tanto ataque, tanto odio, tanta persecución. Pero hay que decir que el ataque cruel e irreverente al Papa, el odio y la persecución contra la Iglesia, por mucha propaganda televisiva que haya tenido, no ha podido oscurecer la luz que ha irradiado el Sucesor de Pedro que, desde el momento en que puso el pie en nuestra Patria, se ha visto rodeado del amor de miles y miles de católicos que lo han aclamado, de la oración de millones que hemos rezado por Él y del respeto de muchos, los más, que sin ser católicos, ven en el Papa el más grande referente de los valores que mejor encarnan el espíritu humano.

¿Qué nos ha dicho el Papa a todos los españoles? Quiero compartir mi reflexión con vosotros a partir de la homilía pronunciada en la Misa celebrada por el Pontífice en la Plaza del Obradoiro de Santiago de Compostela, en la que nos ha vuelto a recordar que, siguiendo el ejemplo de los apóstoles, tenemos que conocer al Señor cada día más dando un testimonio claro y valiente de su evangelio, y que éste es el mayor tesoro que podemos ofrecer a nuestros contemporáneos. Y esto, «desde la humildad de Cristo que, siguiendo en todo la voluntad del Padre, ha venido para servir, para dar su vida en rescate por muchos (Mt 20,28).»

El Papa ha tenido palabras concisas pero muy importantes para los “grandes” de este mundo, para los que dirigen el destino de los pueblos, a los que ha dicho: «donde no hay entrega por los demás surgen formas de prepotencia y explotación que no dejan espacio para una auténtica promoción humana integral.» Una exhortación a lo que es la verdadera vocación a la política y al servicio del bien público que Benedicto XVI quiere que llegue sobre todo a los jóvenes, a los que decía: «precisamente a vosotros, este contenido esencial del Evangelio os indica la vía para que, renunciando a un modo de pensar egoísta, de cortos alcances, como tantas veces os proponen, y asumiendo el de Jesús, podáis realizaros plenamente y ser semilla de esperanza.»

Y mirando a la Europa que reniega de su origen cristiano dijo: «Desde aquí, como mensajero del Evangelio que Pedro y Santiago rubricaron con su sangre, deseo volver la mirada a la Europa que peregrinó a Compostela. ¿Cuáles son sus grandes necesidades, temores y esperanzas? ¿Cuál es la aportación específica y fundamental de la Iglesia a esa Europa, que ha recorrido en el último medio siglo un camino hacia nuevas configuraciones y proyectos? Su aportación se centra en una realidad tan sencilla y decisiva como ésta: que Dios existe y que es Él quien nos ha dado la vida. Solo Él es absoluto, amor fiel e indeclinable, meta infinita que se trasluce detrás de todos los bienes, verdades y bellezas admirables de este mundo; admirables pero insuficientes para el corazón del hombre. Bien comprendió esto Santa Teresa de Jesús cuando escribió: “Sólo Dios basta”.

Es una tragedia que en Europa, sobre todo en el siglo XIX, se afirmase y divulgase la convicción de que Dios es el antagonista del hombre y el enemigo de su libertad. Con esto se quería ensombrecer la verdadera fe bíblica en Dios, que envió al mundo a su Hijo Jesucristo, a fin de que nadie perezca, sino que todos tengan vida eterna (cf. Jn 3,16). (…) Dios es el origen de nuestro ser y cimiento y cúspide de nuestra libertad; no su oponente. ¿Cómo el hombre mortal se va a fundar a sí mismo y cómo el hombre pecador se va a reconciliar a sí mismo? ¿Cómo es posible que se haya hecho silencio público sobre la realidad primera y esencial de la vida humana? ¿Cómo lo más determinante de ella puede ser recluido en la mera intimidad o remitido a la penumbra? Los hombres no podemos vivir a oscuras, sin ver la luz del sol. Y, entonces, ¿cómo es posible que se le niegue a Dios, sol de las inteligencias, fuerza de las voluntades e imán de nuestros corazones, el derecho de proponer esa luz que disipa toda tiniebla? Por eso, es necesario que Dios vuelva a resonar gozosamente bajo los cielos de Europa; que esa palabra santa no se pronuncie jamás en vano; que no se pervierta haciéndola servir a fines que le son impropios. Es menester que se profiera santamente. Es necesario que la percibamos así en la vida de cada día, en el silencio del trabajo, en el amor fraterno y en las dificultades que los años traen consigo.

Europa ha de abrirse a Dios, salir a su encuentro sin miedo, trabajar con su gracia por aquella dignidad del hombre que habían descubierto las mejores tradiciones: además de la bíblica, fundamental en este orden, también las de época clásica, medieval y moderna, de las que nacieron las grandes creaciones filosóficas y literarias, culturales y sociales de Europa. (…)

La Europa de la civilización y de la cultura, tiene que ser a la vez la Europa abierta a la trascendencia y a la fraternidad con otros continentes, al Dios vivo y verdadero desde el hombre vivo y verdadero. Esto es lo que la Iglesia desea aportar a Europa: velar por Dios y velar por el hombre, desde la comprensión que de ambos se nos ofrece en Jesucristo.»

Palabras lúcidas de quien está asistido por el Espíritu Santo en el ejercicio de su ministerio de Pastor Universal, y que ponen de manifiesto cuál es la verdadera tragedia a la que se enfrenta la Civilización Occidental y en concreto el hombre europeo. El drama que vivimos en el momento presente es que desde las instituciones de gobierno, nacionales y europeas, apoyados por una cierta intelectualidad y grupos de poder mediático, se quiere echar a Dios de las conciencias, de la cultura y de la sociedad en aras de un falso pluralismo y respeto a todas las conciencias y formas de pensamiento. En el fondo lo que se busca es reducir al hombre a pura animalidad. De ahí la llamada del Papa a que los gobernantes sirvan al bien común por encima de cualquier otro interés personal o de partido, el llamamiento a los jóvenes a que renuncien a todo planteamiento egoísta y la llamada a Europa a romper la falsa dicotomía Dios-hombre si es que el hombre tal como lo conocemos, como ser- persona, quiere seguir existiendo.

La Iglesia hoy más que nunca se alza como valedora del ser humano, poniendo luz en un mundo sobre el que se ciernen las tinieblas de la mentira de manera abrumadora, unas tinieblas encubiertas de aparente progreso o modernidad que seduce a no pocos que se revuelven contra Ella porque, paradójicamente, la ven como enemiga de la libertad de los individuos. Pero frente a estos y al mundo el Papa ha alzado su voz para clamar: «Dejadme que proclame desde aquí la gloria del hombre, que advierta de las amenazas a su dignidad por el expolio de sus valores y riquezas originarios, por la marginación o la muerte infligidas a los más débiles y pobres. No se puede dar culto a Dios sin velar por el hombre su hijo y no se sirve al hombre sin preguntarse por quién es su Padre y responderle a la pregunta por él.» De esta afirmación, que es patrimonio común del sentir de la Iglesia, nace la inmensa labor sociocaritativa que desarrolla la Iglesia a nivel institucional y los católicos en general; baste recordar que sólo en España los centros asistenciales de la Iglesia son 4.459, donde se ha atendido en el presente año a 2.764.719 personas. Esto sin contar los centros de inspiración católica, ni la labor particular y callada que en aldeas, pueblos y ciudades realizan los 18.247 sacerdotes y las más de 38.000 religiosas y 11.000 religiosos que desarrollan su labor pastoral en España (Los datos son los publicados por  la Conferencia Episcopal Española). Y todo como consecuencia directa del anuncio y vivencia de la fe en Jesucristo.

Según el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), organismo dependiente del Gobierno, el 72,7% de los españoles se considera católico. ¿Cómo se comprende, desde esta estadística, que se haya intentado una algarada contra la visita del Santo Padre a España con eslóganes como yo no te espero o con mis impuestos no? Pues se comprende desde la falta de respeto a la mayoría de los españoles, que mal que les pese a unos pocos, son católicos. Españoles y católicos que también pagan impuestos, impuestos con los que se financia el aborto, se reparten preservativos de modo gratuito a los adolescentes, se costean o fomentan películas contra la fe cristiana y se apoyan obras de teatro y exposiciones blasfemas, en un intento de crear una realidad social que no existe. Si todo esto se hace con los impuestos de los católicos, con el mismo dinero, el del 72,7% de los españoles, el Papa tiene derecho a venir a España, por tanto, con mis impuestos sí. Respeto, como no puede ser de otra manera, a todas las personas a las que les es indiferente la visita del Papa a España, pero no puedo comprender a los que se han puesto en “pie de guerra” para tratar de que esta visita fuera un fracaso y que ahora quieren impedir su próxima venida a Madrid, en agosto de 2011, para la Jornada Mundial de la Juventud. Porque si hay un cierto número, siempre minoritario, de ciudadanos que no esperan la visita del Papa hay una inmensa mayoría que anhela su presencia: yo si te espero.

Hermanos, trabajemos y oremos por la fraternidad entre todos los hombres por encima de ideologías, modos de ser y pensar. Que las palabras del Santo Padre en la despedida en el aeropuerto de Barcelona nos ayuden a todos a reflexionar, a la luz del significado del Camino de Santiago, sobre lo que han de ser los caminos de nuestra vida, de la vida de todos los seres humanos, oremos y trabajemos para que tengamos actitudes que hagan de España un hogar donde todos nos sintamos, por encima de diferencias legitimas, en nuestra propia casa. Y recemos incesantemente por la persona y el ministerio de Benedicto XVI.

Oración por el Papa

Oh Jesús, Rey y Señor de la Iglesia: renuevo en tu presencia mi adhesión incondicional a tu Vicario en la tierra, el Papa. En él Tú has querido mostrarnos el camino seguro y cierto que debemos seguir en medio de la desorientación, la inquietud y el desasosiego. Creo firmemente que, por medio de él, Tú nos gobiernas, enseñas, santificas, y bajo su cayado formamos la verdadera Iglesia: una, santa, católica y apostólica. Concédeme la gracia de amar, vivir y propagar como hijo fiel sus enseñanzas. Cuida su vida, ilumina su inteligencia, fortalece su espíritu, defiéndelo de las calumnias y de la maldad. Aplaca los vientos erosivos de la infidelidad y la desobediencia, y concédenos que, en torno a él, tu Iglesia se conserve unida, firme en el creer y en el obrar, y sea así el instrumento de tu redención. AMEN. (Redacción Church Forum)


Que Dios os bendiga a todos. Vuestro párroco y hermano, Antonio FAJARDO RUIZ.

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