Corpus 2011: haced esto en conmemoración mía

Parroquia Mayor de Santa María de la Encarnación

Huéscar
Corpus Christi 2011

Queridos feligreses: Este domingo 26 de junio celebramos la festividad del Corpus. Y Huéscar vuelve a ser fe y cultura en sus calles para acoger la procesión del Santísimo Cuerpo y Sangre del Señor. Los altares levantados en honor de Su Divina Majestad, en los que tantas personas trabajan con fe e ilusión, son un hermoso testimonio de la certidumbre de los creyentes en la presencia real del Señor en la Sagrada Eucaristía. El Corpus, después de la venida de la Cruz de la Jornada Mundial de la Juventud, es el cenit de todo lo que con este acontecimiento hemos vivido. Nuestra Ciudad se volverá a llenar de alegría para acoger a Cristo, para adorar, alabar y dar públicamente las gracias al Señor.

La presencia de la Cruz de la JMJ ha puesto de manifiesto no sólo las raíces cristianas de Huéscar, sino la fuerza de la fe que es capaz de unirnos por encima de cualesquiera diferencias, de llenarnos de ilusión y de esperanza; de plenificar nuestra vida con un gozo indecible. Recuerdo con emoción y alegría la multitudinaria Eucaristía celebrada en la Plaza Mayor y presidida por nuestro querido obispo don Ginés; el fervor y recogimiento del Vía crucis, la participación de todos los colectivos de la Ciudad, las personas mayores que esperaron pacientemente el paso de la Cruz por su casa para poder verla y tocarla. ¡Cuántas lágrimas de emoción se derramaron! Y cómo no mencionar la despedida de la Cruz en la Residencia de San Jaime, donde a las puertas del Centro la esperaban los residentes, las Hermanas de la Consolación, el director y trabajadores, y se produjo una eclosión de alegría por la llegada con la Cruz de los cientos de jóvenes de nuestros Institutos que la portaban.

Este “milagro” tiene que continuar. Y va a continuar, si comprendemos y vivimos que a la crucifixión le precedió la celebración de la Santa Cena, donde el Señor anticipó su entrega y perpetuó su presencia hasta el fin de los tiempos. La Eucarística no es la representación simbólica de un hecho histórico, es la presencia cercana y real de Jesús a todo hombre y mujer de cualquier tiempo y lugar; «que se ha inclinado hacia el hombre, como buen Samaritano, para socorrerlo y devolverle la vida, y se ha arrodillado ante nosotros para lavar nuestros pies sucios. Por eso, en la festividad del Corpus, y allá donde encontramos un sagrario, adoramos el Cuerpo de Cristo, que quiere decir creer que allí, en ese pedazo de pan, se encuentra realmente Cristo, el cual da verdaderamente sentido a la vida, al inmenso universo y a la criatura más pequeña, a toda la historia humana y a la existencia más breve. La adoración es oración que prolonga la celebración y la comunión eucarística; en ella el alma se alimenta de amor, de verdad, de paz; se alimenta de esperanza, pues Aquel ante el cual nos postramos no nos juzga, no nos aplasta, sino que nos libera y nos transforma. (…) Precisamente por eso hay que proclamarlo y exponerlo abiertamente procesionándolo por nuestras calles, para que cada uno pueda encontrarse con “Jesús que pasa”, como acontecía en los caminos de Galilea, de Samaria y de Judea; para que cada uno, recibiéndolo, pueda quedar curado y renovado por la fuerza de su amor.» (Cfr. Benedicto XVI, homilía 26 de mayo de 2005) Esta “aventura” de la Cruz continúa a los pies del Sagrario. En la Santa Misa celebrada el domingo y vivida durante toda la semana. En los hermanos que sufren, en los que Jesús también se ha quedado para que podamos amarlo en ellos, acudiendo con diligencia al servicio del otro, que es Él, que nos necesita. Sí, vivamos la Santa Misa como lo que es: el Sacramento del Amor, que nos hace participar “del fuego que quema en el Corazón de Jesús, y que nos perdona y rehace, para que podamos amar con el mismo amor con que somos amados”.

Hermanos, termino recordando la necesidad que tenemos de nuevas vocaciones sacerdotales para evangelizar desde la Eucaristía nuestro tiempo. Un tiempo en el que, como nos ha dicho el Papa con la preclara inteligencia que le caracteriza, «en amplias zonas de la tierra la fe está en peligro de apagarse como una llama que no encuentra ya su alimento, por lo que la prioridad que está por encima de todas es hacer presente a Dios en este mundo y abrir a los hombres el acceso a Dios. No a un dios cualquiera, sino al Dios que habló en el Sinaí; al Dios cuyo rostro reconocemos en el amor llevado hasta el extremo (cf. Jn 13,1), en Jesucristo crucificado y resucitado. El auténtico problema en este momento actual de la historia es que Dios desaparece del horizonte de los hombres y, con el apagarse de la luz que proviene de Dios, la humanidad se ve afectada por la falta de orientación, cuyos efectos destructivos se ponen cada vez más de manifiesto». (10 Marzo 2009)

Para este urgente anunció de Dios, todas las vocaciones son necesarias, sin duda, pero os repito lo que decía en la carta que escribí con motivo del Año Sacerdotal, “que el ministerio presbiteral es único e imprescindible, porque en él se continúa la apostolicidad de la Iglesia. Apostolicidad que garantiza la verdad de la fe que profesamos, y la presencia real y verdadera de Cristo en el Sacramento de la Eucaristía en la Comunidad Eclesial”.

Queridos padres, promover las vocaciones sacerdotales es tarea ineludible de la familia. Sois vosotros los que tenéis que suscitar la vocación al sacerdocio y a la vida consagrada en vuestros hijos, proponiéndoles la consagración al Señor como la mejor meta a la que pueden aspirar. La consagración al Señor es el mejor regalo que se puede recibir en esta vida, no sólo para el consagrado, sino, y muy especialmente, para los padres de éste. Ser cura es un camino de felicidad, de alegría, una alegría que no está a merced de los contratiempos, una fuente de paz que nada ni nadie te puede quitar, porque viene de Dios que es fiel, “el amigo que nunca falla”. No sois solamente padres del cuerpo de vuestros hijos, sois padres de la persona entera: cuerpo y alma. Por tanto, cuidad del alma como cuidáis del cuerpo y veréis como prende en ellos la llamada del Señor, porque hoy el Señor, como antaño, sigue llamando, si cabe con más fuerza, porque la tarea es, al menos en este tiempo presente, como hemos visto en palabras del Santo Padre, urgente, muy urgente. No aspiréis a que vuestros hijos hagan carreras de prestigio, sean ricos y gocen de una buena posición social; aspirad a que sean felices y para llegar a este fin ningún camino más cierto y seguro que el del sacerdocio y la vida consagrada. Nadie es feliz a fuerza de tener, sino siendo aquello para lo que Dios lo ha creado. En primer lugar para que seamos buenos cristianos, pero sin olvidar que la inexcusable misión de los padres, vuelvo a repetir, es abrir a los hijos la puerta a la vocación. Que el Señor nos conceda muchas y santas vocaciones al sacerdocio para que no falten jóvenes que, actuando in persona Christi, pronuncien a favor de la humanidad las palabras Tomad y comed todos de él, porque esto es mi Cuerpo... Tomad y bebed todos de él, porque éste es el cáliz de mi Sangre. Vocaciones que hagan posible en la Iglesia el mandato del Señor: Haced esto en conmemoración mía.

Os saluda con afecto vuestro párroco.

Antonio FAJARDO RUIZ

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